Si hay algo que puede caracterizarme o retratarme en mi más puro sentido psicológico es la tozudez hacia las cosas, y la poca resignación de aceptarlas tal y como son o como parecen ser, sin antes haber hecho una gran lista de intentos fallidos por realizar lo contrario a lo establecido. Esa gran lucha que todo ser humano encara contra la realidad buscando la utopía, una felicidad absoluta y eterna sin apenas resignación ante todas las pérdidas. Esa batalla que va dejando huellas por cada sitio que pasa y que camina lentamente y algo cegada, con los ojos entreabiertos haciendo daño y temiendo hacerlo.
Y nadie se resigna ante ello porque, ¿que hay en vivir que no sea una batalla perecedera? Yo ante estas cosas ya me pierdo y llego a la conclusión que ni resignándonos encontraremos algo y que si existe algo hay arriba que pueda controlarme como una marioneta, controlándome cada movimiento y revisando cada pensamiento se las apaña demasiado bien, y es demasiado perfecto y yo demasiado imperfecta como para encontrar lo que él esconde y llama "el significado de estar vivo."
Todos luchamos esta batalla, de miles de maneras y cada uno a la suya. Sólos, con nuestra poca felicidad encontrada y buscando un compañero de juego para poder hacer la batalla algo más amena, para poder reírnos de cada segundo y no considerarnos tan estúpidos ante lo claramente imposible.
Pero claro, aunque la vida sea toda una eterna batalla tengo una gran tozudez cuando alguien intenta arrebatarme la idea de que vivir es algo maravilloso, por muchas soledades, batallas, silencios frustados y trenes sin destino que haya cogido estos días para acabar dónde siempre, frente a un ordenador con ideas difuminadas de todo lo que llegarán a ser.
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